Antes de comenzar con la reflexión, nos gustaría poner
al lector en situación sobre la película a la que hacemos referencia, El nombre de la Rosa, cuyo origen parte
de una novela histórica y de misterio escrita por Umberto Eco en el año 1980.
La película hace referencia a la Edad Media, y el
contexto histórico se sitúa bajo el papado de Juan XXII, hacia el siglo XIV,
época en la que se generó una polémica entre los franciscanos espirituales y el
pontífice, ya que los primeros pensaban en la pobreza apostólica, mientras que
el segundo se oponía a esta idea.
La película comienza con la llegada del franciscano y
pensador Guillermo de Baskerville y su discípulo Adso de Melk a la abadía
benedictina, situada en los Alpes Italianos y caracterizada por su gran
biblioteca que por extrañas razones, no puede ser
visitada. El resto de la trama gira en torno a una serie de asesinatos que
surgen debido a un libro oculto, que no debe ser leído, ya que podría poner en
duda la fiabilidad de la religión…
En nuestra opinión, la censura de libros que aparece
en la obra de Umberto Eco, pone de manifiesto la importancia de la
escritura como herramienta social y cultural que permite la transmisión de
valores de generación en generación, así como la transformación de la persona
que la aprende, puesto que a través de la misma no solo se puede acceder a la
filosofía de vida y a los conocimientos de los demás, sino también expresar las
ideas o conocimientos propios, reflexionar sobre aspectos que le resulte
interesante a la persona, informar, etc.
Esta idea de censura nos lleva a pensar que, aunque
hoy en día en nuestro país no haya una censura como tal, si existiría de una
forma más sutil, que a pesar de no regirse por ideas religiosas o
políticas, se lleva a cabo día a día en los colegios, a la hora de la enseñanza
de la lectura y escritura. Con ello se hace referencia a la enseñanza de la
lectoescritura a personas con Necesidades Educativas Especiales (NEE), y si
bien es cierto que en la sociedad actual todas las personas tenemos derecho a
la educación, debemos ser honestos y asumir que, o bien, a estas personas no se
las incluye en dicho aprendizaje por considerarlas incapaces de ello, en algunos
casos, o que existe una resistencia al cambio de métodos de enseñanza que sean
capaces de proporcionar un aprendizaje natural, que incluiría a todos los
aprendices, el cual va más allá de los paradigmas tradicionales basados en la
adquisición del código como requisito imprescindible para aprender.
En este sentido, haciendo mención a la película, se
encuentra cierta similitud entre el personaje que censura la lectura de libros
y el profesional (maestro, educador, etc.) que trabaja con personas con dificultades
de aprendizaje y no es capaz de proporcionar una enseñanza funcional de la
lectoescritura. Dicha similitud se encuentra en que en ambos casos, la persona
actúa en función de cómo piensa sobre un tema determinado sin ser capaz
de ver más allá.
De manera que la actitud del ser humano va desde ser
capaz de prohibir, destruir, ocultar o incluso matar por todo aquello que va en
contra de su ideología, hasta infravalorar las capacidades de las personas y
dificultar, en consecuencia, el acceso a un aprendizaje de calidad, en este
caso de la lengua escrita, capaz de proporcionar, en muchos casos, mayor
autonomía, la participación activa en la sociedad letrada, así como un aumento
de la autoestima, por tratarse de una herramienta que facilita la interacción cuando
las dificultades en el lenguaje oral o la comunicación suponen una barrera.
Por ello, nos parece relevante que se produzca por un
lado, un cambio en la forma de entender el objeto de enseñanza
(lectoescritura), y por otro, en la manera de ver a la persona con
discapacidad.
Como conclusión y haciendo referencia por última vez a
la película El Nombre de la Rosa, nos gustaría destacar que al igual que todo
el mundo debería tener acceso a los libros, también todas las personas deberían
tener el derecho a una educación óptima y de calidad, sin importar las
dificultades que la persona pueda presentar independientemente del nivel
cultural, económico y educativo de su familia, si bien es cierto que esta
visión se aleja de la realidad actual.
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